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Perdidos cap 9

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Oscar: mis hijos? Pero si yo no…. Jimena…. Una niña?!

 

Sara: y un niño- sonríe-

 

Oscar: no lo puedo creer- estaba en un estado emocional completamente nuevo, no sabía si sonreír o llorar, caminaba de un lado a otro tratando de pensar claramente pero las palabras volaban en su cabeza sin conseguir formular una oración que expresara lo que estaba sintiendo

 

Sara: Franco ya reservo los boletos… el vuelo es un una hora- ¿qué haría sin Sara? Solo sonrío y la abrazó fuerte, no tenía que decir nada porque solo ella podría saber todo lo que había dentro de él en ese momento

 

Oscar: gracias- dijo rompiendo el abrazo y mirando como ella limpiaba sus propias lágrimas y le regalaba una sonrisa

 

Sara: vamonos.

 

 

No dijo una sola palabra durante todo el viaje, recostó su cabeza y se puso a pensar en por qué Jimena no le dijo nada de su embarazo, si sabía que el deseaba tanto tener hijos, no le hubiera importado nada, ella solo tenía que decirle y el no preguntaría más… pero así de poco era el amor que sentía por él, pensó.

 

Miraba el reloj contando las horas para verlos, ya tenía planeadas las clases de ballet para Andrea y las practicas de fútbol con Alex. Jimena no tendría derecho a discutir sobre los nombres, ni sobre muchas otras cosas, solo hablarían lo necesario, no pediría explicaciones, solo tomaría sus hijos y se iría. Total, a lo mejor por eso no le dijo nada, porque pensaba deshacerse de ellos. Había llegado a los límites de su paciencia, sabía como herirlo y le clavaba su puñal riéndose a carcajadas. Nada bueno pasaba por su mente. ¿Y si no eran sus hijos? ¿Qué le aseguraba a Sara que lo son? ¿Y si por eso no le aviso? Pasaba sus manos por su cabeza tratando de alejar la negatividad pero nada parecía funcionar. Sara no le permitió pedir más de tres tragos. La desesperación lo consumía, pensó que se calmaría al llegar al aeropuerto pero se equivoco. Ahora estaba peor, caminando por los interminables pasillos de un hospital, donde solo una puerta lo alejaba de sus hijos… y de esa maldita mujer sin corazón.

Sara espero afuera, se moría de ganas por ver a su hermana pero lo mejor era que Oscar la viera primero y a solas.

 

Sus piernas se debilitaron al girar la cerradura. Ella estaba de espaldas a él, parada frente a una pequeña cuna, con el cabello más largo y en un estado mental que no le permitía escuchar sus pasos. La tomo fuerte por los hombros y la volteo bruscamente, iba a gritarle, a decirle todo lo que se merecía, a desahogarse, la humillarla pero… la tristeza en su mirada era tanta que lo asusto. Se veía débil, cansada, triste, como si cargara el mundo en sus hombros. La miró, su Jimenita, ¿qué le habrá pasado lejos de él? Donde no podía protegerla. Recorrió su cuerpo con su mirada y vio su mano derecha atada a la criatura más bella que jamás había visto. Sostenía el dedo índice de su madre con su pequeña mano y miraba al extraño que se paro junto a ella con sus grandes ojos verdes. La sonrisa se escapó de sus labios, sentía cosquillas en todo el cuerpo de solo mirarlo, pero algo estaba mal, muy mal. Su pequeño cuerpo estaba cubierto de cables y cintas. Su rostro cambio, estaba confundido, angustiado, miro a Jimena en busca de una explicación pero ella no estaba en condiciones de pronunciar una palabra. Cayó en sus brazos, como quiso hacerlo tantas noches antes, para compartir su dolor, para que él le dijera que todo iba a estar bien. Ya era tarde. Solo la abrazo, fuerte, preguntando por qué, qué había pasado. “sus pulmones” le dijo,”son muy débiles y no van aguantar mucho tiempo”.

 

No podía explicarlo, ni lo haría nunca, pero de todas sus perdidas, la que más la dolía era esta que apenas había ganado. ¿Por qué a él? Se hubiera arrancado sus pulmones el mismo. El hospital esperaba un donante pero las posibilidades de que llegara vivo al amanecer eran de un horrible diez por ciento.

 

 

“perdóname” le suplicó mirándolo a los ojos con el corazón en sus manos “te juro que iba a regresar pero tuve muchas complicaciones y pensé que…”

“shhh” la abrazó acariciando su espalda y su cabello, para que sintiera que ya no estaba sola “nosotros no importamos ahora” dijo apretándola fuerte. Se quedaron así, juntos, como siempre debieron estar, contemplando a su bebe, rogando por un milagro y nada más. Una enfermera abrió la puerta, tenía una manta rosada en sus brazos. Jimena se separó de Oscar y camino hacía ella, la enfermera le dijo que tenía hambre y se marchó.

 

“mira” sonrió entre lagrimas “ya vino tu papá” dijo acariciando su pequeña cara con su nariz.

“es…”

“igual a su hermanito” sonrió “se parecen mucho pero si pasas más tiempo con ellos notaras las diferencias, aparte de las obvias claro”. Oscar miraba de un lado a otro comparando los bebes sonriendo. “¿la quieres cargar?”

“¿yo? ¿y si se me cae? Mejor no”

“yo no voy a dejar que eso pase, ven, tómala”

“se ve muy frágil”

“porque es muy pequeña pero no le va a pasar nada”

“bueno, si  insistes” sonrió tímidamente y extendió sus brazos para cargarla siguiendo las instrucciones de Jimena. Ella se quejo un poco pero después se acomodo perfectamente en los brazos de su padre. Era preciosa, la niña más bella que jamás haya existido, según Oscar.

 

Se acerco a la cuna al escuchar al niño toser. Tosía fuerte para su diminuto tamaño, algo le molestaba mucho, lo reflejaba en su cara, en la forma en que juntaba sus ojos bien cerrados cerraba sus pequeños puños. Las maquinas empezaron a sonar descontroladamente. Jimena salio corriendo a buscar el medico pero el ya estaba en la puerta con otro más. Rodearon al niño mientras Jimena se aferraba a Oscar tratando de verlo por los espacios vacíos. Las maquinas seguían sonando. Alguien grito que había que llevarlo a la sala de emergencias y arrastraron la cuna con todo y maquinas hacia la puerta.

 

Uno de los médicos fue lo suficientemente caritativo y les dejo saber que las posibilidades de que regrese vivo del quirófano eran casi inexistentes, pero las reglas del hospital los obligaban a utilizar hasta el ultimo recurso.

Pink!